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Dibujo que ilustra la tarjeta de felicitación del Año Nuevo 1962. Museo Pedagógico de Ciencias Naturales. Barcelona.
GRAí‹LLSIA ISABELLE
Su †hí¡bitat “ estí¡Â en el centro de la Península: es una de las mí¡s bellas mariposas del continente. De día a día tiende a desaparecer al combatir con las fumigaciones aéreas en los pinares la procesionaria del pino, y la hemos visto reproducirse varias veces en Cataluña. Su descubridor fue un español, D. Mariano de la Paz Graells, que la dedicó a su Majestad la reina Isabel II.
Dibujo original de J.Gubianas
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Extracto de una carta de J. Mª. Santa Marina a Jaume Gubianas Jovés.
Comentario al artículo:
†CUADROS DE RUBENS HAY MUCHOS EN ESPAí‘A, PERO FALTA UNA MUESTRA SUFICIENTE DE LA MODERNA PINTURA ESPAí‘OLA “ – de ISMAEL MEDINA -.
Muchas maestras obras de Pablo Rubens, enriquecen nuestras colecciones nacionales, en número y bondad superior al que pudiera poseer ningún emporio extranjero. No es esté, bien allegue males. Hubo un muy discreto rey, Fernando VI que, atesoró tan muchedumbre de peluconas que, viosé en el aprieto de apuntalar los arcones del erario; como prudente maniobra para evitar que, su pesadumbre, desparramase cuanto hacendosa constancia había apañado. Dudo de que en aquel entonces, ningún español se plañera de la abrumadora aurífera plétora.
Otras y no pocas obras producidas por aquel genio hispano-flamenco, han de hallarse al abrigo de recoleto asilo, como el nombrado retrato del duque de Lerma: sacado hoy día a luz a pública subasta. Maestra muestra de precoz talento que, tiempo andando había de servir de modelo a un predilecto discípulo, para logra triunfante, el retrato ecuestre de otro noble español batallador en Flandes: jinete en parejo corcel blanco, plantado con igual arrogante postura. Luce esta obra en el palacio museo del Louvre: en la propia sala que, ostenta el nombre de aquel su glorioso discípulo, Van Dyck.
Fortuna, me deparó ocasión de descubrir y restaurar de mi mano, en la sacristía de la parroquia de Navalcarnero, la riqueza de cuatro cuadros pintados en cobre, enganchados a prudente altura, y ennegrecidos como planchas de llar puestas al humo. Principiada la labor de limpieza, fueron apareciendo anatomías de airoso movimiento: mas luego, salieron a la luz, brillantes notas de color en carnaciones, ropajes y adornos. Pasadas laboriosas semanas de restauración pude admirar cuatro bellas obras del maestro.
La pintura de este género, ocupa en el historial del arte, lugar que serí¡ suplantado. Sus composiciones animadas con múltiples figuras, gozan calidades patentes. La luminosidad, la refulgencia de color en carnaciones y paños llega en ocasiones a emular la brillantez que irradian las tablas de los primitivos maestros pintores de brujas. El modelado turgente, tierno en sus rubicundos modelos femeninos, es dúctil y airoso en pliegues y adornos. El ritmo trazado es liviano y gracioso: la expresión de las figuras, joviales, picarescas, vivaces, son finas y seductoras.
Dado que no vemos luz sin sombra, ni gozo sin pena, no extrañemos que en el copioso producido de su vertiginoso pintar, queden rezagadas ciertas deficiencias que, la exigencia de nuestras apreciaciones, tilden de defectos lo que, bien pudiera ser vaga desconsideración. La calidad plí¡stica de sus estructuras ( material ), rara vez las patentiza, a nuestros ojos aparece su labor privada de una condición, que lamentamos no ver satisfecha.
Me place insistir sobre la benemérita pintura de este artista a quien todos debemos ratos impagables de animosa emoción: de alegre egloico vivir entre sus personajes, disfrutar de sus correrías de la fonda de sus escenarios, de su solaz, de sus amores. Es cubrir noblemente la meta mí¡s digna del noble Arte.
Pasemos es tiempo, a trancos por la turbia riada que amaga de moler cuanto impida su arrastre por muy adorable y celestial que nos sea, hasta sentar pie en la acera de enfrente. Aquí no es posible admirar la maravillosa armonia y la belleza han cambiado de nombre: se las llama desacorde y monstruosidad. Este cambio de nominativo se hizo norma que encenagó el manantial de claras compresiones que ayudaban admirar y gozar de la naturaleza que nos alienta. En este ambiente mal sano es como crece y pulula ese arte cuya ausencia, el citado articulista, ahora en nuestro apacible redil.
Así como en los lienzos de Rubens, vemos una mota que hubiéramos querido esfumar, aquí, entre este arte que han dado en llamar †abstracto “ y no †figurativo “, hay un aspecto que parece justo constatar. Si el †abstracto “ se mantiene en su ilusión integral, desechando toda expresión de vida y se atiene a un concepto que bien pudiere ser geométrico espacial con cruce, contacto o superposición de líneas y planos, puede llegar a visiones cromí¡ticas y a ritmo de fino deleite. Mas estas gratas manifestaciones se detendrí¡n en el campo decorativo lejos de todo trascendentalismo: encontraran en él amplitud para sus maniobras.
Estos haceres, forman minúsculo sector en el muladar de la monstruosidad. En tal lodazal nada tiene que hacer ni la dialéctica pura, ni la moral. Cuando se entroniza la deformación, lo cochambroso y lo abyecto, pretendiendo repeler la forma humana sacrificí¡ndola a fetiches inmundos, se inicia un despeñadero de nuestra humanidad atormentada, hasta dar de lleno en el infra-hombre.
Si el arte se obstina en olvidar su sagrada misión de ennoblecer la vida, haciéndola grata, amable y halladera, mí¡s vale que deje de existir.
José Mª. Santa Marina.
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